Naciste, así delicada
como el lirio blanco de la madrugada,
con pañuelos blancos de azúcar
arpegios de música celestial.
Que no me falte la palabra
ni los versos trovadores que ensalcen tu belleza
y que el verso que al trono se arrodilla
proclame de tu reino la grandeza.
Cantar las cosas de tu reino, Alteza,
tan sólo es gloria del mejor trovero;
Pero alabar tu gracia y tu belleza,
es cosa ¡Oh Reina!, del mejor lucero.
Las plantas y el sol te saludan,
con caricias de luz y de una brisa suave,
tus manos dos helechos de ternura
tu voz el canto del barro y de maíz.
Tus sueños se plantan en los jardines más delicados,
la pureza del agua y del viento,
asi mi bella soberana que todo el pueblo
de rodillas se postre ante tu belleza
con pitos y tambores, platillos y citaras
todos canten
que hasta el más recóndito eco de la montaña
te salude con brotes de amor infinito
que bajo el cielo se abre
elotes y trigo blancos
fulgores de enormes silencios
de cual brota la noche y el día.
Así con los colores de la mañana y la luz de atardecer dormita
oh mi bella soberana que estos versos ensalcen tu dulzura, ternura,
amor y belleza, para cantante los fervores perfectos.
Y goza, ¡oh Reina!, el alma jubilosa
de vivir en el reino de la altura:
aquí donde la vida es más dichosa,
aquí donde tú riegas tu hermosura.
Recibe Soberana diamantina
el saludo del alma y de las cosas,
y en tu reino de estrella matutina
sea mi verso un rosal de blancas mariposas.
como el lirio blanco de la madrugada,
con pañuelos blancos de azúcar
arpegios de música celestial.
Que no me falte la palabra
ni los versos trovadores que ensalcen tu belleza
y que el verso que al trono se arrodilla
proclame de tu reino la grandeza.
Cantar las cosas de tu reino, Alteza,
tan sólo es gloria del mejor trovero;
Pero alabar tu gracia y tu belleza,
es cosa ¡Oh Reina!, del mejor lucero.
Las plantas y el sol te saludan,
con caricias de luz y de una brisa suave,
tus manos dos helechos de ternura
tu voz el canto del barro y de maíz.
Tus sueños se plantan en los jardines más delicados,
la pureza del agua y del viento,
asi mi bella soberana que todo el pueblo
de rodillas se postre ante tu belleza
con pitos y tambores, platillos y citaras
todos canten
que hasta el más recóndito eco de la montaña
te salude con brotes de amor infinito
que bajo el cielo se abre
elotes y trigo blancos
fulgores de enormes silencios
de cual brota la noche y el día.
Así con los colores de la mañana y la luz de atardecer dormita
oh mi bella soberana que estos versos ensalcen tu dulzura, ternura,
amor y belleza, para cantante los fervores perfectos.
Y goza, ¡oh Reina!, el alma jubilosa
de vivir en el reino de la altura:
aquí donde la vida es más dichosa,
aquí donde tú riegas tu hermosura.
Recibe Soberana diamantina
el saludo del alma y de las cosas,
y en tu reino de estrella matutina
sea mi verso un rosal de blancas mariposas.
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